miércoles, 6 de abril de 2016

Grítale al mundo lo que piensas, lo que sientes y lo que te hacen sentir. No dudes más que de aquello que te hace empequeñecer. Que el mentir se refleja en los ojos, en la sonrisa y en todo cuanto emana de tu cuerpo. Ocultarse tras las manos acabará por destrozar esas pequeñas partes que adoras de ti, las que te hacen ser tu. El tiempo lo cambia todo, y no por ello debemos aferrarnos a lo que en un principio era, porque ahora puede ya no ser. Aguantar siempre ha sido una virtud, y derrumbarse dicen, es de cobardes. Cobarde es aquel que oculta la verdad, su verdad. El que calla por miedo a la incerteza del porvenir. El que evita salir al mundo por miedo a que lo destrocen al primer toque. Ojalá ser valiente fuese sencillo, aunque de ellos esté el cementerio lleno.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Los cuatro elementos

Mírame bien porque esto que ves no es una sola persona. Mírame a fondo porque aquí están todas las que me amaron y a las que alguna vez amé.
Ellas me han hecho quien soy. Ellas me han querido, me han dejado y me han dejado dejarlas. Ellas me han arrastrado por todos los estados del corazón, y, gracias a ellas, hoy conozco muy bien los cuatro elementos de la materia afectiva: enamorarse, estar enamorado, querer y amar.

Enamorarse es fuego. Un proceso que todo lo quema y todo lo consume, sobre todo a quien lo profesa. Como toda autocombustión, afortunadamente no dura para siempre. Nadie sobreviviría mucho tiempo a esa ceguera, a esa falta de cordura, a esa cerrazón. Pero tampoco sabríamos cicatrizar sin haberla sufrido nunca.  ¿Quién no ha sido nunca pirómano por amor? ¿Quién no ha fingido poder controlarlo? ¿Quién no ha negado lo que era evidente?

En esta hoguera de las banalidades, la madera que más prende es la fantasía, las llamas se tiñen todas de rojo pasión, el humo que nos ciega resulta extremadamente tóxico, y hay que andarse con ojo, pues los celos son sus cenizas.

Estar enamorado, en cambio, es aire. Oxígeno. Inspiración. Llenar el corazón de sangre nueva. Sacarlo a tomar el fresco. Abrir sus ventanas y dejar que corra el aire, que entre la luz. Todo huele a nuevo, a necesario y a conveniente. En esta apartada orilla se respira mucho mejor, dónde va a parar.

Como toda brisa, al principio es totalmente inofensiva, pero si se nos va de las manos y dejamos que venga racheada, puede estar anunciando tormenta o incluso acabar en huracán. Por eso es importante que se levante con cierta frecuencia a un ritmo constante, lindo y suavesito. Que empuje, sí, pero que no despeine.

Querer es tierra, posesión y pertenencia. Delimitación, frontera y exclusión. O quieres conmigo o quieres contra mí. Hectáreas de deseos mezquinos y egoístas. Por eso es peligros querer mucho y sin control, porque aquello que quieres, tarde o temprano, te acabará poseyendo.

las vallas son muy fuertes cuando se quiere así. Rígidas normas y controles de seguridad, vigilancia veinticuatro horas en forma de leyes morales y miedo, mucho miedo a perder lo que uno tiene. Lo que a este amor le falta es justo lo que acabará estrangulándolo: la libertad.

Por eso, amar es agua. La combinación estable y perfecta entra la energía del hidrógeno y la vida del oxígeno. Unidos pero flexibles. Cohesionados, pero adaptables. En otra palabra, contradictorios. Fluir sin voluntad de correr, liberar con intención de atrapar, vivir el futuro como si acabase ayer.

Peligros, todos los que te puedas imaginar: la tensión superficial, que mantiene una impermeabilidad ficticia; las corrientes, que nos pueden arrastrar sin darnos cuenta adonde no queremos estar; y la temperatura de ebullición, porque aunque no lo parezca, si te descuidas también esto puede hervir...y evaporarse.

Risto Mejide





miércoles, 30 de mayo de 2012

Somos


Curiosamente, los momentos de la vida en los que se consolida la forma de ser de una persona son aquellos en los que esta debe abatir y traspasar todas las barreras. Esos en los que te sientes solo, inseguro, ahogado en los problemas que parecen no tener solución. Debes caer, herirte, conseguir tus propios medios para volver arriba.  Aunque parezcan insignificantes, esas pequeñas cosas te dan valor y sentido. Una persona se forma por esos logros alcanzados tras duros golpes, tras desilusiones y fracasos.
Y es así, la vida no te la ofrecen como algo que disfrutar sin más. El precio que pagas por ella a veces no es agradable, pero siempre, al final, consigues llegar a convertirte en esa persona que se mencionaba en las instrucciones de uso. Puedes y debes, y lo harás: permítete el sentir por los demás, pero no olvides guardar tus secretos más valioso siempre contigo, ya que una gran mayoría de las veces solo querrán aprovechar tu vulnerabilidad.